lunes, 13 de mayo de 2013

el huevo de la corrupción

En este cuento floreado, artificioso y modernista en que algunos parecen empeñados en convertir la monarquía parlamentaria española, la princesa, a diferencia de la imaginada por Rubén Darío, ya no está triste. Al menos nuestra infanta Elena. Ya no se escapan suspiros por su boca de fresa, ya ha recuperado la risa y el perdido color. Porque nuestra princesa está alegre al saber que ningún juez malvado interrogará a su hermanita Cristina, que podrá seguir siendo esa buena madre y esposa junto a su guapo y deportista esposo, que, a diferencia de los cuentos infantiles, se transformó en un sapo corrupto, viscoso y verrugoso de ambiciones, tras el leve contacto del primer beso nupcial.La princesa ya no está triste



pequeña gente haciendo pequeñas cosas, consigue grandes metas.proverbio africano

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